El lenguaje que habita en tu mente
- Editorial Merja
- 27 abr
- 2 Min. de lectura
Antes de hablar ya estamos organizando el lenguaje en la mente. A una edad muy temprana, comenzamos a reconocer sonidos, a asociar palabras con significados y a unirlas en frases. Lo hacemos sin que nadie nos lo explique paso a paso y sin necesidad de memorizar reglas. Esta capacidad compartida por quienes hablan una lengua y que permite usarla con naturalidad recibe el nombre de gramática mental.
La gramática mental es una forma natural de procesar el lenguaje. Facilita que podamos entender frases nuevas, construir ideas propias y distinguir entre lo que suena bien y lo que no encaja del todo. Cada hablante domina este sistema sin esfuerzo consciente y lo aplica todos los días al hablar, al leer o al escribir. Se trata de una estructura que, sin ser visible, organiza lo que decimos y lo que pensamos con palabras.

Este sistema funciona combinando elementos básicos del lenguaje, como sonidos y palabras, para formar estructuras mucho más complejas. En lugar de repetir lo aprendido, la mente crea, reorganiza, proyecta... Esa capacidad para generar nuevas expresiones, aun con un número limitado de elementos, es una de las características más fascinantes del lenguaje humano. Gracias a esta organización interna, podemos decir cosas que nunca antes habíamos dicho y comprender oraciones que escuchamos por vez primera.
Algunos han comparado este funcionamiento con el de ciertos sistemas computacionales, porque el lenguaje también sigue una lógica interna. La mente procesa, conecta y construye significado de manera eficiente y flexible. Pero a diferencia de una máquina esta facultad nace con nosotros, se desarrolla con la experiencia y se adapta a cada contexto en que usamos la lengua.
Cuando escribimos, esa capacidad se vuelve más evidente. La escritura exige pausas, elecciones y revisiones. Nos hace pensar en el orden de las palabras, en cómo unir las ideas, en qué estructura usar para lograr claridad o énfasis. Cada decisión que tomamos al escribir refleja esa gramática mental en acción. No copiamos reglas, sino que organizamos el lenguaje desde dentro, apoyándonos en una intuición lingüística que se ha ido afinando a través de los años. Esa intuición nos dice, sin necesidad de explicaciones formales, cuándo una oración fluye, cuándo una palabra encaja y cómo darle forma a lo que queremos decir.

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