Conciencia ortográfica
- Editorial Merja
- 21 abr
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 27 abr
Cada día el lenguaje escrito nos muestra su potencia para crear, compartir y comunicar ideas. En ese proceso la ortografía ocupa un lugar especial porque organiza el texto, le da forma y nos invita a observar con atención el funcionamiento del sistema gramatical que empleamos para expresarnos.
La escritura revela cómo pensamos el lenguaje y qué valor asignamos a sus formas. Por eso, al compartir contenidos o facilitar talleres sobre escritura, abordamos aspectos como las tildes, las letras y los signos de puntuación en relación con las decisiones que configuran el acto de escribir. Más que los signos en sí, nos interesa lo que esas elecciones revelan sobre nuestra manera de pensar la lengua y de asumir la escritura como una práctica reflexiva.

Esa capacidad de observar el lenguaje, de reflexionar sobre su funcionamiento y de cuestionar cómo y por qué usamos ciertas formas, se vincula con un proceso clave en el desarrollo de la escritura: la conciencia lingüística. Cuando esa conciencia se orienta específicamente al uso de letras, tildes y signos gráficos, entra en juego un componente fundamental del sistema: la ortografía, que aporta forma, coherencia y visibilidad a lo que deseamos comunicar. A esa atención particular sobre los aspectos gráficos se le conoce como conciencia ortográfica, una dimensión esencial del conocimiento lingüístico que incide directamente en nuestra manera de escribir.
Esta conciencia ortográfica no solo se activa en contextos académicos o formativos. También se despierta cuando nos detenemos a observar cómo ha evolucionado la escritura a lo largo del tiempo. Un ejemplo revelador proviene del judeoespañol, una variedad conservada por comunidades sefarditas tras su expulsión de la Península Ibérica. En ella encontramos palabras como kaza para “casa” o fijo para “hijo”, escritas con una ortografía distinta a la que usamos hoy. Lejos de interpretarse como desviaciones, estas formas nos recuerdan que la escritura también cambia, se adapta y refleja realidades históricas, culturales y sonoras. Leer esas grafías es, en cierto modo, escuchar otra memoria del español.

Desde esa mirada histórica y reflexiva, proponemos una forma de acompañar el texto que priorice el sentido por encima de la corrección mecánica. Apostamos por una edición que escuche al texto, que respete la voz de quien escribe y que ofrezca herramientas para afinarla. Trabajamos con la ortografía como aliada, no como barrera. Queremos que cada coma, cada tilde y cada elección ortográfica se viva como una posibilidad de expresión.
Escribir es una capacidad profundamente creativa, no una simple técnica. En ese proceso, revisar también implica descubrir; editar, aprender. Y compartir un texto se convierte en una oportunidad para despertar una conciencia lingüística más afinada, una conciencia ortográfica más activa y una experiencia de lectura que se comprenda, se valore y permanezca.
En esa dirección, seguimos escribiendo, acompañando y con-merjando. Con palabras que suenan, se piensan y se cuidan.
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